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“ÓSMOSIS” by Ariesnomu / Mu Saga 4 ever (verano 2007) Capítulo 2 : Recuerdos Parte 1 / 2 : El primer encuentro POV Mu : Mu estaba en el taller del templo de Aries. Inmediatamente después de que Kanon hubiera regresado a su templo, había decidido pasar a la acción. Estaba de pie ante su mesa de trabajo, donde sus herramientas celestes yacían al lado de tarros llenos de polvo estelar, orichalcum y otros productos celestes necesarios parar reparar las armaduras. Se había concentrado con prioridad en las cinco armaduras que habían sido destruidas por los dioses gemelos durante la guerra contra Hades y esto le había tomado mucho tiempo. Pero había terminado repararlas y ahora, era el turno de las armaduras de sus otros compañeros. Más precisamente, el de la armadura de Géminis. Sin darse cuenta, había inspeccionado la urna con mucho cuidado, largamente, detenidamente, más que lo necesario, tocándola con dulzura con las yemas de los dedos, acariciándola tanto con su mirada como con sus dedos, como si hubiera querido grabarla en su memoria por la eternidad. Había abierto la urna por fin y ahora, las diferentes piezas de la armadura estaban esparcidas sobre la mesa, y de nuevo, las estaba rozando cada una con sus finos dedos, con los ojos cerrados, muy concentrado. Gracias a sus poderes heredados de su origen lemuriano, podía percibir todas las vibraciones de la armadura, su vida fluyendo por los átomos del metal y las memorias de los caballeros que la habían llevado. Podía también sentir la presencia de los guerreros que la habían vestido en último lugar. En este caso, había sido Kanon quien, físicamente, había sido su portador durante la guerra contra Hades, pero se podía percibir también el poderoso cosmos de Saga, cuya alma había llevado la armadura ante el Muro de los lamentos. Saga... Podía sentir el orgullo recobrado del geminiano al honrar su armadura como un santo de Atenea después de haber debido llevar un sapuri, ni más ni menos de su más feroz enemigo, Hades. Podía percibir la potencia de su última entrega, el sumo arrepentimiento y su devoción absoluta en esos últimos instantes, su desesperación y los inmensos lamentos por todo lo ocurrido y por no haber podido arreglarlo antes. Cuánto dolor... Por lo que Mu recordó los acontecimientos de esa guerra... Cuando Saga se había desvelado ante sus atónitos ojos, no había podido creerlo. Cuánto le había dolido ver al ser que más admiraba después de su maestro regresar como un traidor. Así... Haber vendido su alma a cambio de una nueva vida... Especialmente a Hades, el máximo enemigo de Atenea. Máscara Mortal y Afrodita... Debía reconocer que no le había sorprendido más que eso, aunque se hubiera enojado. De verdad, por primera vez en su vida, se había enfadado a tal punto que finalmente, ni siquiera había tratado de ver más allá de las apariencias y les había mandado de regreso al reino de los muertes de un solo golpe. A ambos. Sin discutir más. Y después, ya no había podido creer que fuera Camus quien se tenía en pie delante de él, vestido con un sapuri, prueba de la fidelidad que le había jurado a Hades. El Acuador había sido su amigo durante el poco tiempo que había pasado en el Santuario antes de huir hacia Jamir, se habían mutuamente apoyado y animado, con Milo, Aioria, Shaka y Aldebarán, durante sus entrenamientos juntos, antes de lograr sus respectivas armaduras de oro, y sin duda alguna, el francés era la lealtad encarnada. Le había sorprendido también ver a Shura, que no conocía más que eso, puesto que él ya era un caballero de oro cuando llegó al Santuario y el Capricornio pasaba todo su tiempo con Ayolos o con Máscara Mortal durante ese periodo. Pero Shura era el caballero dotato del arma regalada por Atenea misma, Excalibur, como la recompensa de su indudable devoción y suma fidelidad hacia ella. Pero Saga... ¡ Saga ! No... ¡ No era posible ! ¡ No podía ser, era una pesadilla ! Había parpadeado varias veces como si eso hubiera borrado esa alucinación sin nombre, mirándole con incredulidad y desesperación, esperando despertar pronto si eso era un mal sueño. Había sido como un fuerte golpe sobre su nuca, prácticamente el golpe de gracia después de haber descubierto a su querido antiguo maestro, destrozando su corazón. Primero el ser que había considerado como su padre, y ahora, el que había mirado como a un díos vivo, el caballero ejemplar que todos admiraban... Y la penetrante mirada de Saga había sido indescifrable, sin alma, sólo mostrando una suma frialdad y determinación. Sin embargo, no había sido Saga quien le había atacado en primer lugar, sino Shura, y había evitado su golpe teletransportándose. Luego, Camus le había golpeado y cuando Mu estaba en el suelo, al ver Saga acercarse a él... Fue entonces que había percibido su dolor. Las había visto... Esas lágrimas de sangre. Fluyendo por cada lado de su rostro. Tal dos ríos crecidos. El corazón de Saga lloraba. Su alma lloraba. A grito pelado. Intensos gritos de un sumo sufrimiento. No sólo Saga sino también Camus y Shura. Pero le había parecido que Saga era el que gritaba con toda su alma. La esperanza había vuelto a su propio corazón. Sus amatistas habían cruzado esas esmeraldas que nunca había pensado volver a ver. Fue entonces que su antiguo maestro le había paralizado por psicokinesis para impedirle que se opusiera más a los tres renegados o, más bien, que descubriera sus verdaderas intenciones, siendo controlados por espectros, y Saga había sido el único a voltear para mirarlo cuando les había llamado y preguntado que esperasen, antes de seguir hacia el templo de tauro. Esa mirada furtiva, tan fugaz... Había quedado enteramente inescrutable. Pero ya no había sido fría y le había parecido que Saga había tratado de mandarle un mensaje, que aun se preocupaba por él... Después, cuando Saga le había enfrentado y extendido el rosario de Shaka, había visto en su mirada el dolor y un sumo odio por sí mismo, así como una suplicación dirigida hacia él, como pidiéndole perdón por lo que acababa de hacer, por esa nueva pérdida que le infligía. Otra vez. Al pedirle que aceptara lo que quedaba de su mejor amigo, le estaba pidiendo perdón. Se lo había otorgado de inmediato, al comprender que Shaka había buscado la muerte para alcanzar el octavo sentido, y había utilizado al trio de renegados para encontrarla. Le había dirigido una mirada serena y llena de compasión, dándole a entender que comprendía su sufrimiento y le había parecido ver una fugaz chispa de alivio. Y cuando había tenido que enfrentarse a Saga durante la Exclamación de Atenea unos pocos minutos después, cada uno ocupando el puesto central, el más poderoso de esa posición de la trinidad, sus miradas se habían cruzado. Y en los profundos ojos verdes de Saga, había leído una mezcla de determinación, sufrimiento y también respeto, admiración y...orgullo. Saga estaba orgulloso de él... Claramente, en esos momentos que todos creyeron como los últimos de sus vidas, Saga le había demostrado toda la admiración que le dedicaba a él. Pero no fueron sus últimos instantes. Y luego, cuando Atenea les había pedido que le llevaran los tres renegados ante ella, se había encargado de Saga. Había curado sus heridas sin que el geminiano se percatara de eso, habiendo perdido cuatro de sus sentidos, salvo la vista. Sus miradas se habían encontrado de nuevo, y en esas esmeraldas tan puras, había leído un intenso arrepentimiento mezclado con un profundo alivio y un sumo agradecimiento por haberle perdonado. Había sentido como Saga se había dejado llevar entre sus brazos o sobre su hombro, totalmente abandonado, completamente agotado después lo recién ocurrido, en total confianza. Y Mu lo había aún más estrechado contra sí... Mu volvió al presente al tocar una canillera y al sentirla vibrar. Para viajar de nuevo a través del tiempo, hacia el pasado, pero en un pasado más lejano y feliz. Un pasado donde todo era tranquilo y lleno de esperanza, sin temor ni inquietud, ignorando los sombríos acontecimientos a venir que cambiaron tan dramáticamente sus vidas, cuando aun era un niño. Cuando había llegado al Santuario para encontrar a todos sus compañeros, bajo el sol abrasador de Grecia. Antes de que las tinieblas se apoderaron del alma de Saga. Recordó la primera vez en qué lo había visto, tantos años atrás, cuando solamente era un niño de siete años... – – – – – – – – – – – – – – – – – FLASH BACK – – – – –– –– – – – – – – – – – Mu había acabado su entrenamiento en Jamir con su maestro Shion, y éste le había explicado que tendrían que regresar al Santuario en Grecia para que pasara su prueba. El momento de la verdad había llegado, debería probar que era merecedor de la armadura de Aries para así convertirse en el caballero dorado del carnero blanco. Estaba muy ansioso y excitado a la vez, había dedicado toda su infancia a un entrenamiento muy duro, ahora tendría que demostrar que él era digno de la confianza de su maestro y de la armadura de Aries. Pero sobre todo, por fin, iba a encontrar a todos los otros caballeros de oro, otros chicos como él, dotados de poderes extraordinarios y destinados como él a proteger a una diosa, a servirla a toda costa y en todas circunstancias, hasta sacrificar su propia vida para salvar a Atena y la Humanidad. Iba a encontrar a chicos que comprenderían el camino que había elegido, con quienes podría compartir su vida, sus dudas, sus temores, en quienes confiar. Serían sus compañeros de armas con los que tendría que luchar contra las malévolas fuerzas que amenazarían la vida de la diosa o la paz de la Tierra. Serían sus hermanos, su familia. Pues él y su maestro Shion acababan de llegar al Santuario. Mientras Shion fue a encontrar a los otros maestros del dominio sagrado, Mu se había quedado una hora en el primer templo, su nueva casa, para descansar del viaje y sobre todo para que su organismo se adaptase al asfixiante calor de Grecia, sin hablar del cambio de altitud. Y ahora, aquí se encontraba, caminando por los senderos del Santuario bajo un sol abrasador, al lado de su maestro, el Patriarca de ese lugar sagrado, hacia las arenas de entrenamiento para encontrar a sus futuros hermanos de armas. Por fin. Percibió una concentración de cosmoenergías viniendo de la arena central y al acercarse, distinguió diez siluetas de varias alturas y corpulencias. Su maestro le había hablado de cada uno y trató de reconocerlos mientras se aproximaban de ellos. Su mirada fue inmediatamente atraída por cuatro niños que parecían tener su edad. Uno de cabello rubio estaba meditando en la posición del loto, con los ojos cerrados, un punto rojo ornando su frente. Debía ser Shaka, el futuro caballero de Virgo. No supo por qué pero se sintió inmediatamente cercano de él. Dos niños de larga melena azul de matices diferentes estaban entrenándose juntos. Uno era muy delgado, su cara y sus elegantes gestos desprendían calma, casi frío, mientras el otro era todo fuego y músculo . Éste lanzaba agujas hacia su compañero quien las bloqueaba sin dificultad, congelándolas. Mu dedujo que el primero seguramente era el que dominaba el frío, Camus, el futuro caballero de Acuario, y que su compañero era el aprendiz del Escorpión, Milo. El niño siguiente era un chico castaño con chispeantes ojos verdes, vigoroso y nervioso, del que se ocupaba su exacta réplica, pero en mucho más alto y más viejo, de cabello moreno y muy atlético. El mayor le estaba explicando algo al menor con una gran suavidad y la complicidad entre ellos era evidente, sus gestos traicionaban mucho cariño. Por cierto, esos dos eran los hermanos del Santuario, el futuro León y el caballero de Sagitario, Aioria y Ayolos. A la derecha de los hermanos, dos muchachos de cabellos cortos y desordenados se entranaban al combate cuerpo a cuerpo. Uno era moreno y parecía jovial, el otro era azulino con cara gruñon, ambos tenían la piel morena y ya eran muy musculosos. Mu adivinó que el moreno era español, seguramente era Shura, el caballero de Capricornio, y el otro debía ser el de Cáncer, cuyo verdadero nombre nadie conocía. Detrás de ellos, un muchacho delgado de larga cabellera azul turquesa y de finos rasgos afeminados hacía aparecer rosas negras de la nada y las lanzaba contra enormes rocas que le lanzaba su vecino, lo que las pulverizaba . Mu nunca hubiera imaginado que tan delicadas flores pudieran tener un impacto tan destructor. Así que se trataba de Afrodita, el aprendiz de Piscis. Al lado del muchacho, un coloso con cara de niño golpeaba enormes rocas aún más imponentes que él mismo , destruyéndolas sin esfuerzos, o las lanzaba hacia Afrodita. Increíblemente alto por su joven edad, tenía también una fuerza extraordinaria, era una inmensa montaña de músculos. Debía ser Aldebarán, aprendiz de Tauro y su futuro vecino en el Santuario. Por último, mientras ahora estaban muy cerca, Mu puso su mirada sobre el que parecía ser el mayor de esta generación de caballeros y que estaba vigilando todo este mundo con atención, desplazándose a veces entre ellos, o lanzándoles unos consejos. Alto y majestuoso, de piel bronceada, este caballero de oro era de una belleza extraordinaria. Tenía un porte noble, una elegancia innata, una presencia imponente. Tenía la prestancia de un rey. Todo en él era espectacular y pura perfección. Su magnífica cara de facciones a la vez finas y varoniles era el estuche de dos joyas, dos grandes esmeraldas espléndidas, puras y profundas, que le conferían una mirada penetrante y sin embargo de una gran suavidad, donde lucía una chispa de benevolencia e inteligencia. Su larga cabellera de tono azul cobalto cubría sus musculosos hombros y su ancha espalda en mechones rebeldes, hasta sus ahusados muslos. Parecía una cascada impetuosa centelleando con los rayos del sol. Su cuerpo era espléndido, muy atlético y sin embargo esbelto, parecía como tallado al milímetro tal que las antiguas estatuas griegas : musculosos hombros, poderosos brazos, amplio pecho, piernas interminables. Su figura era escultural y armoniosa, y se movía como un felino, su paso era seguro, sus movimientos eran ágiles, sus gestos precisos. Este caballero tenía un magnetismo increíble, irradiando a la vez fuerza y potencia, suavidad y bondad. Tenía un carisma inigualable que hipnotizaba a Mu, y al parecer, a todos los aprendices también. Pues era él, el famoso caballero de Géminis, Saga. Parecía un dios. – – – – – – – –– – – – FIN DEL FLASH BACK – – – – – – – – – – – – – – – POV Saga : Mientras tanto, Saga había regresado a su templo y se encontraba de nuevo tumbado en su cama, en la penumbra de su habitación, con los ojos abiertos y perdidos en un punto invisible. No dejaba de pensar en él. En Mu. Su rostro y su silueta parecían estar grabados en su retina, no podía dejar de verlos, aun cuando cerraba sus ojos. En cualquier lado que se girara, en cualquier punto que se fijara, no dejaba de ver ese hermoso rostro, tan dulce, siempre sonriendo, y esa esbelta silueta, alta y fina, moviéndose como un felino con ese paso ligero y ágil, con esa larga cabellera malva ondeando con gracia en el aire con el viento... Su voz melodiosa resonaba sin cesar en su mente Tan dulce, tan serena, tan agradable, casi irreal. El lemuriano era un verdadero ser etéreo, hasta su voz... Y hasta su cosmoenergía tan suave, flotando en apacibles ondas tranquilizadoras, parecía envolverlo en todas partes donde el geminiano se encontraba. Rendido, Saga se dejó llevar y recordó con cariño la primera vez en que lo había visto, trece años atrás, cuando solamente era un niño... – – – – – – – – – – – – – – – – – FLASH BACK – – – – –– –– – – – – – – – – – él ya era un caballero dorado, así como Ayolos, Shura y Máscara Mortal. Siendo los mayores de los caballeros dorados, él y Ayolos supervisaban los entrenamientos de los aprendices dorados cuando sus maestros no estaban allí o estaban en reunión. Casi todos los aprendices destinados a llevar una armadura dorada estaban en el Santuario, eran extremadamente jovenes, la mayoría de ellos aún eran ninõs, pero a pesar de su corta edad, habían llegado para pasar su prueba final, que debía determinar si ellos eran dignos de llevarla. Solo faltaba uno, el aprendiz de Aries, y debía llegar aquel día con el Patriarca. Pues, aquella tarde, todos los maestros habían sido requeridos justamente para una reunión con el Patriarca, asi que Saga y Ayolos estaban atendiendo los ejercicios de los aprendices dorados. Todos hacían sus prácticas con esmero bajo la mirada de los mayores, a solas o en parejas de entrenamiento. Ayolos estaba hablando con su hermano, explicándole algo en su técnica y ayudándole a dominarla. Todos estaban tan concentrados en sus respectivas tareas que sólo percibieron una poderosa cosmoenergía acercarse a ellos casi al último momento y todos se giraron hacia el origen de esa potente aura, descubriendo al Patriarca en persona aproximarse a ellos, acompañado por un niño de cabello malva y de silueta fina que parecía aún más frágil al lado de la imponente figura de Shion, caminando a su lado con un paso grácil y ligero. Saga y Ayolos se adelantaron inmediatamente para saludar al Patriarca. Los recién llegados se quedaron a unos metros de ellos, y en perfecta sincronía, como un solo hombre, todos se arrodillaron ante el Patriarca , inclinando respetuosamente la cabeza. Luego se incorporaron, esperando lo que el Patriarca iba a decirles. El Patriarca les devolvió el saludo y tomó la palabra con una voz a la vez majestuosa e imperiosa. – Espero que su entrenamiento pase bien. Según lo que me dijeron sus maestros, ustedes hicieron muchos progresos desde mi última visita, así que se puede esperar que pasen sus pruebas dentro de unos meses. Estoy orgulloso de ustedes y les felicito. Les presento a su último compañero de armas de la caballería dorada. Es mi discípulo, el futuro caballero de oro de Aries. Se llama Mu y como todos los caballeros de Aries, es un descendiente de los lemurianos, por lo que lleva dos puntos de vida en su frente. Diez pares de ojos se dirigieron hacia el aludido y como sus compañeros, Saga lo observó con curiosidad. El niño se tenía derecho al lado de su maestro. Era delgado, vestido con extraña ropa, y parecía impresionado de ser el centro de todas las miradas, contemplando en cambio a sus nuevos compañeros con una curiosidad mezclada con ansiedad, como ávido de conocerlos por fin. Tenía un rostro adorable, de facciones puras y delicadas, y una larga cabellera lisa color lavanda, muy brillante y sedosa. Su cara de porcelana, de un óvalo perfecto, era iluminada por unos preciosos ojos inmensos de una belleza sin igual, dos amatistas extraordinarias de un violeta tan profundo que se podía ahogar en ellas, que brillaban de inteligencia y curiosidad, reflejando al mismo tiempo una exquisita suavidad. Largas pestañas rizadas engastaban esas magníficas joyas, aumentando aún más la profundidad e intensidad de su mirada, mientras su tez de melocotón realzaba el resplandor de sus amatistas y la belleza de su melena malva. No tenía cejas, eso le confería aún más suavidad, y en su lugar, dos puntitos rojos adornaban su frente. Esos dos puntos de vida característicos de los lemurianos. Se adelantó hacia sus nuevos compañeros para saludarlos con una voz suave y melodiosa, y una tímida sonrisa se dibujó sobre sus labios, mientras sus mejillas tomaban un tono ligeramente rosado. Se veía tan adorable. Todo en él irradiaba la inocencia y la suavidad : su delicada cara, sus movimientos ágiles, su manera de hablar, segura y tranquila, su voz suave. Era la pureza y la dulzura personificada. Entonces, era él, el discípulo de Shion, el futuro caballero dorado de Aries y reparador de las armaduras, Mu. Parecía un ángel. – – – – – – – – – – – – – – – – – FIN DEL FLASH BACK – – – – –– –– – – – – – – – – – Continuación del capitulo aquí.
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