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“ÓSMOSIS” by Ariesnomu / Mu Saga 4 ever (verano 2007) Capítulo 4 : Nuevas y antiguas emociones Hacía unos días que Mu le había traído la armadura de Géminis con el casco esculpido a su imagen, y Saga se veía mucho mejor. Se mantenía frío y distante con la mayoría de sus compañeros y seguía entrenando solamente con Kanon, pero ya se tenía más derecho, su rostro se veía más relajado, casi sereno, sus ojos brillaban de nuevo, aunque no tanto como antes, y su melena empezaba a recuperar su antiguo resplandor y su vigor. Había logrado asumir el pasado por lo que fuera y salía más de su cuarto ahora, pero prefería quedar a solas y andar por unos caminos que sólo él conocía. Seguía huyendo la compañía de todos, a pesar de las tentativas de su hermano y de Mu para que se juntase a ellos. Pero todavía no estaba listo para enfrentar a sus compañeros, y Kanon y Mu dejaron de invitarle a acompañarles, para no presionarle y para que no acabara cerrándose en banda Después de todo, no se podía borrar tan doloroso pasado cargado de tanto sufrimiento y arrepentimiento en un solo abrir y cerrar de ojos. Contrariamente a su gemelo, Saga no había tenido la oportunidad de luchar al lado de los otros vestido con la armadura sagrada para lavar su honor y rehabilitarse a los ojos de sus compañeros, por lo que seguía sintiéndose molesto y aún avergonzado. Pero ya había dado los primeros pasos al aceptar el pasado, había superado lo más difícil, y ciertamente acabaría acercándose a sus compañeros de armas, sólo necesitaba tiempo. Así, Mu estaba feliz de ver al menos el estado físico de Saga mejorarse cada día más, eso le alegraba más allá de lo imaginable y no abandonaba la esperanza de ver al geminiano recobrar por completo el gusto de vivir y juntarse por fin a sus hermanos de armas. Había superado él mismo la decepción de sólo ser un hermano pequeño a sus ojos, aunque le hubiera dolido, pero después de todo, Saga le profesaba cierto cariño y Mu se contentaba con eso. Por su parte, cada vez que lo cruzaba, Kanon no dejaba de mirar al joven lemuriano con asombro y agradecimiento, haciendo sonrojarse al siempre humilde caballero de Aries. Saga también miraba a Mu con infinita gratitud pero no se atrevía a más, ni siquiera a hablar más que lo cortésmente necesario, guardando bien sus distancias, aunque le dolía interiormente y tenía que hacer inmensos esfuerzos para no aceptar conversar con el lemuriano cada vez que éste se lo proponía. Pero aunque Mu le hubiera perdonado todo desde ya hacía tiempo, Saga no podía olvidar todo el daño que le había hecho y seguía temiendo dañarle de nuevo, sin hablar de que Mu parecía tan feliz con sus compañeros, con los que recuperaba todo el tiempo perdido. Al verlos juntos, tan cómplices y compartiendo tantas cosas, no podía dejar de sentirse culpable de haberle privado de esa familia y no tenía el derecho de inmiscuirse en sus reencuentros. Fue entonces que se dio cuenta de que nunca había conocido tal complicidad con nadie. Cuando aún era sano de espíritu, él era mucho más viejo que los otros, que aún eran niños, y Ayolos se ocupaba de su hermano pequeño. Teniendo casi la misma edad, los otros se quedaban entre ellos, mientras él y su hermano se alejaban poco a poco, primero porque Kanon debía esconderse de todos, y luego porque su gemelo se volvía poco a poco celoso de él mismo. Oh, por supuesto, todo el mundo le admiraba y le veneraba, pero eso no era complicidad en absoluto, y después, él había sido un tirano que obtenía todo lo que quería por la fuerza, por el terror o por el poder. Nunca por sincero respeto, por fraternidad o por amistad, ni siquiera por afecto. Pero al menos, tenía el cariño de Mu como si fuera su hermano mayor, y eso le contentaba. O eso era lo que creía. Hasta que un anodino acontecimiento le provocó un ataque de celos... *** Aquel día, habían decidido entrenarse para mejorar la fuerza física de los más ligeros entre ellos; pues fueron pareja de los más musculosos, así que Mu peleaba con Máscara Mortal, Afrodita con Shura, Shaka con Aioria, Camus con Milo y Ayolos con Aldebarán, dejando a Saga y Kanon entrenar juntos, como siempre. Mu era muy delgado y esbelto, pero no carecía de fuerza. Máscara Mortal ya lo había experimentado al regresar al Santuario como espectro, cuando Mu le había cogido por la muñeca y lo había enviado volar en los aires, aunque Máscara Mortal fuera uno de los especialistas del combate cuerpo a cuerpo. El cangrejo aun había jurado, atónito por la inaudita fuerza del lemuriano que éste escondía detrás ese angelical rostro. Por cierto, el frágil niño de 7 años había crecido, se había convertido en todo un hombre, ya era un poderoso guerrero de fuerza segura y tranquila. Lo estaba demostrando de nuevo aquella mañana, haciendo frente a Máscara Mortal, ambos cuerpos moviéndose con flexibilidad y gracia, ágiles y elegantes, precisos en sus gestos, poderosos en sus ataques, entre risas claras que traicionaban su evidente complicidad adquirida desde su regreso del reino de Hades. Pero hubo un momento cuando ambos caballeros cayeron al suelo frente a frente, Máscara Mortal encontrándose encima de Mu, usando su peso para inmovilizarlo. Saga vio la escena de reojo mientras peleaba con su hermano y al ver al cangrejo cubrir el hermoso cuerpo del lemuriano con lo suyo, sintió unos terribles celos apoderarse de él. Por una mínima fracción de segundo, se distrajo, así que recibió el fuerte golpe de Kanon directo en la cara, enviándolo por el otro lado de la arena, justamente donde se encontraban Máscara Mortal y Mu. Por la imparable ley universal de la gravedad, estuvo a punto de aterrizar con su peso precisamente sobre Máscara Mortal, el cual irremediablemente iba a aplastar por completo al pobre lemuriano. Durante la mínima fracción de tiempo que duró su caída hacia el cangrejo, Saga vio todo a marcha lenta, horrorizado por lo que estaba a punto de ocurrir, y solo atinó a cruzar su mirada con la de Mu, quien casi tenía una vista panorámica de lo que iba a suceder y abrió los ojos con sorpresa. Salvo que no sucedió. O que no sucedió de inmediato o como se lo temía. Pues Saga sintió una poderosa y deliciosamente cálida cosmoenergía envolverlo y mantenerlo en el aire para depositarlo a salvo por el lado. Los reflejos de Mu y su habilidad en usar sus poderes de telekinesis en medio de un combate, incluso a la velocidad de la luz, eran impresionantes. Excepto que dándole la espalda a Saga, Máscara Mortal ignoraba lo que estaba pasando y aprovechó el ínfimo descuido de Mu para ponerlo boca abajo. Lo que desvió y precipitó la caída de Saga, muy precisamente sobre el triunfante caballero de Cáncer. Quien recibiendo todo el peso del geminiano por sorpresa, no pudo evitar aplastar a Mu, y ambos soltaron un grito de dolor. Todos cesaron su respectiva pelea y se giraron hacia donde se encontraban. Tres caballeros de oro yacían por el suelo, en un enmarañamiento de enredados brazos y piernas, con Mu abajo y soportando el peso de dos montañas de músculos sobre su espalda. Por suerte o por reflejo, había logrado proteger su bello rostro del choque contra el suelo con sus brazos. Saga fue el primero en recuperarse, se liberó prontamente de esa incómoda posición y se arrodilló al lado de Máscara Mortal y de Mu, que parecían algo aturdidos, especialmente Mu. – Lo siento – dijo Saga, muy molesto – ¿ Cómo estáis ? ¿ Mu ? – Me duele la espalda – se quejó Máscara Mortal al tratar de levantarse, quedándose doblado. – ¿ Quieres un masaje, Máscara ? – preguntó Afrodita, atento. – Estoy bien – anunció Mu, sentándose – Nada roto. Me duelen los riñones pero no es nada grave – se masajeó suavemente la zona lumbar y los ojos de Saga no pudieron evitar seguir la mano que se deslizaba por la grácil curva de la espalda... – Un poco de psicokinesis y toda estará olvidado – Mu añadió con una sonrisa – Y tú, Saga ¿ estás bien ? – ¡ Claro que él está bien ! Nosotros dos amortiguamos su caída – exclamó Máscara Mortal antes de que Saga pudiera abrir la boca. – Sí, gracias Mu, estoy muy bien – respondió Saga – Gracias por inquietarte – dirigiendo una mala mirada hacia Máscara Mortal – y sobre todo por tus reflejos. – ¿Fue por eso que te descuidaste? – preguntó Máscara Mortal a Mu, a la vez sorprendido y admirativo. – Sí, ví a Saga caer sobre tí... – ¿ Por qué no nos teletransportaste ? Él habría caído al suelo sin aplastarnos... – ¡ Máscara ! Pues, queríamos probar nuestra fuerza y resistencia física, me parece que esto fue una buena prueba, aunque no prevista... ¿ No ? Tendríamos que agradecer a Saga... – No es lo que me dice mi espalda... – Vaya, Máscara... Nos estás diciendo que el poderoso y muy terrible caballero de oro de Cáncer es un debilucho ? – dijo Mu, divertido. – ¡ Te demuestro quién es un debilucho ! – La verdad es que Mu parece aguantar el golpe mejor que tú, Máscara – intervino Afrodita, sonriendo. – No tengo poderes de psicokinesis par curar mis heridas – gruñó Máscara Mortal. – Pues, déjame curar tu muy herida espalda... – ofreció Mu. – Prefiero un masaje... – con una mueca. – ¡ Aprovechas ! Pero uno no impide lo otro... – Es que tienes manos...muy...expertas ... – dijo Máscara Mortal, mirando a Saga de reojo y dirigiéndole una sonrisa torcida. Mu se sonrojó, Saga atravesó a Máscara con la mirada, y por un segundo, Máscara Mortal vio su muerte, o quizás fuera una ilusión... – Deja de decir tonterías y siéntate, voy a curarte – replicó Mu – Así que podremos seguir el entrenamiento... – ¿ Y qué del masaje ? – Afrodita te lo ofreció primero, no me meto en su terreno... – Mu contestó con una sonrisa. Máscara Mortal se dejó curar por los poderes de psicokinesis de Mu de buena gana. Estaba literalmente ronroneando de contento bajo sus saludables efectos, mientras Mu emitía cristalinas risitas, reprendiendo al cangrejo por su evidente exageración y guardando sus distancias. Siguiendo entrenando con su hermano, Saga debía hacer inmensos esfuerzos para mantener su calma y su concentración, veía muy bien que Kanon se percataba de su nerviosismo, pero no dejaba de imaginar la dulce cosmoenergía del lemuriano envolver y acariciar al cangrejo como lo había furtivamente hecho con él. Susodicho cangrejo que le estaba observando de soslayo con una expresión divertida no disimulada, recibiendo a cambio una mirada asesina, que no pareció intimidarle en absoluto, sino hacerlo más bien jubilar y exultar. Saga estaba fulminando interiormente, sólo su gran experiencia le permitió conservar la sangre fría a pesar de todo. Sino, al echar espumarajos de rabia, hubiera dejado escapar humo por las narices como un toro en plena furia. Pero el entrenamiento continuó sin otro incidente. *** Saga no logró conciliar el sueño aquella noche. No paraba de dar vueltas entre las sábanas de su lecho, una y otra vez, tratando sin éxito de abandonarse a los brazos de Mórfeo, aunque a decir verdad, preferiría que los brazos en cuestión perteneciesen a alguien más... Finalmente, quedó tumbado en su lecho boca arriba, con los brazos cruzados detrás de su cabeza, fijando el techo sin verlo. No dejaba de pensar en el incidente del entrenamiento... No podía olvidar esa cálida cosmoenergía que le había envuelto con tanta dulzura... No dejaba de oír esa dulce y melodiosa voz que le preguntaba cómo estaba. No dejaba de ver esos profundos ojos tan violetas cargados de una infinita suavidad mirarlo con preocupación... Mu... Era verdaderamente la dulzura encarnada, hasta su cosmoenergía, a la vez tan poderosa y tan suave. Aún sentía ese dulce calor envolverlo... Trayéndole a la memoria cuando el carnero le había llevado hacia Atenea durante la guerra contra Hades... él estaba medio-muerto, había perdido cuatro sentidos a manos de Shaka y sólo le quedaban la vista, el sexto y el séptimo sentidos, con los que había percibido toda la dulzura del lemuriano, a pesar de lo recién ocurrido... Acababa de matar a Shaka, el mejor amigo del lemuriano. Acababa de tratar de matarlo junto a Aioria y a Milo con la exclamación de Atenea y había forzado al trío a utilizar el ataque prohibido por Atenea misma... Milo había querido matarlo de una buena vez por todas al verlo salir de las desmoronadas ruinas del Templo de Virgo, y Aioria lo había mirado con la misma intención, pero multiplicada por diez. Al menos. Pero Mu... Al oír a Atenea pidiéndoles a esos tres que le llevaran los renegados de inmediato ante ella, Mu se había acercado a él, sin la menor agresividad ni la más mínima animosidad, ira o rastro alguno de resentimiento o deseo de venganza en sus gestos o en sus ojos. Sus miradas se habían clavado por unos ínfimos segundos y solo había visto serenidad y una intensa dulzura en esas profundas amatistas. Mu se había inclinado para ayudarlo y le había levantado con mucha delicadeza, tratando de no dañarle más de lo que ya estaba, y con sumo cuidado y dulzura, le había llevado a través de los seis templos y a lo largo de esas interminables escaleras hacia Atenea. Por cierto, ni Milo ni Aioria hubieran sido tan delicados con él, tras lo ocurrido. Se había sentido tan bien en los brazos de este joven hombre, fuerte tanto física como mentalmente. Si no se hubiera tratado de una cuestión de vida o muerte de su adorada diosa y de la paz de la Tierra, no hubiera querido llegar nunca al templo de Atenea para quedarse cuidado entre esos poderosos brazos que lo estrechaban con dulzura, contra ese fuerte cuerpo que lo sostenía con seguridad, envuelto en ese dulce calor que le apaciguaba... Esa suave calidez y esa delicadeza, casi ternura en los gestos del carnero habían sido como un bálsamo sobre las abiertas heridas de su cuerpo y de su alma. Sí, ese joven hombre era fuerte... Qué ironia... Mu era el más delgado y ligero de los tres dorados y se había encargado con el más alto y el más pesado de los tres renegados. Precisamente con el que parecía esmerarse en destrozar todo lo que más importaba al joven lemuriano a lo largo de los años... Su querido maestro, su mejor amigo, su propia vida, su voto hacia Atenea, y por supuesto, a la misma diosa. Pero a pesar de todo, cada vez que se enfrentaron, Mu nunca había faltado en mostrar señales de atención, preocupación y hasta cariño hacia él. Saga sabía bien que había sido su ídolo, como de todos los aprendices, y Mu le había confesado que pese a todo lo ocurrido, nunca había dejado de creer en él, de confiar en él. Claramente, Mu tenía una fuerza mental extraordinaria, que le había permitido aguantar todas las duras pruebas que la locura del geminiano le había impuesto desde la tierna edad de siete años, y posiblemente, sus excepcionales poderes mentales le permitían sondear el fondo del alma y percibir las ínfimas chispas de bondad en un trastornado espíritu. Sin embargo, algo le decía a Saga que sin esos poderes psíquicos, Mu aún hubiera seguido creyendo en él. No que le hubiera seguido ciega y pasivamente en su sanguinaria locura como Máscara Mortal, Afrodita y Shura lo habían hecho, él era demasiado lúcido, recto y leal para eso, pero Saga estaba convencido que hubiera intentado comprender el porque de su comportamiento sin juzgarlo, y si, claramente, se hubiera opuesto a él en lugar de someterse a su voluntad por ciega idolatría, hubiera tratado de ayudarle a entrar en razón y a superar su lado oscuro. El temperamento del lemuriano era tranquilo y generoso, él solía reflexionar antes de actuar, tratando de entender las causas, detallando y ponderando todas las posibilidades, buscando las mejores maneras de hacer frente a los problemas, calmando a todos y privilegiando el habla y la comprensión, antes de hacer uso de la fuerza como último recurso. Y es que hablando de fuerza, pese a su apariencia, él no era nada frágil y tenía unos argumentos, ¡ y qué decir de sus extraños poderes ! Por lo que Saga recordó cuánto Mu le había asustado al enfrentarse a Máscara Mortal cuando regresaron como espectros al Santuario... A decir verdad, el habitualmente pacífico y tranquilo lemuriano les había asustado a todos, hasta a su propio antiguo maestro, al revelar su determinación, su fuerza y sus poderosas técnicas cuando fue necesario. Saga había percibido el evidente orgullo de Shion, mezclado con una emoción contenida, al descubrir cuánto su antiguo pupilo había crecido y se había convertido en su digno sucesor, majestuoso y seguro de sí mismo, determinado a todo para defender a su diosa, hasta las últimas consecuencias. No había retrocedido ante el número de sus inesperados adversarios, y había abiertamente desafiado y desobedecido al ser que más admiraba y en que más confiaba en ese mundo, ofreciendo sin vacilar su propia vida como castigo de tal desobediencia. Saga mismo se había sentido orgulloso ante el coraje y la determinación del protector de la primera casa. Aunque lo hubiera visto convertido en todo un hombre a su regreso al Santuario, esto había sido muy breve y nunca había visto a Mu pelear, aún conservaba el recuerdo de un adorable niño de siete años con extraños poderes muy prometedores. Máscara Mortal había jurado ante la inesperada fuerza física del joven lemuriano cuando éste le había enviado volar en los aires con tan solo una llave en la muñeca, sin el más mínimo esfuerzo. El cangrejo nunca hubiera esperado tal fuerza brutal por parte de ese tan tranquilo y dulce joven hombre que, a sus ojos, no parecía capaz de dañar ni a una mosca. Sin hablar de que Máscara Mortal era uno de los especialistas del combate cuerpo a cuerpo. Luego, todos habían quedado asombrados por la técnica defensiva de Mu que no habían sospechado, excepto Shion, y después por la potencia de su ataque, cuando había pulverizado a ambos Máscara Mortal y Afrodita de un solo golpe mientras ellos le atacaban al mismo tiempo, haciéndoles regresar al Inframundo de inmediato. Shion les había prevenido de que Mu no sería un adversario fácil, aunque ellos le superaran en número, por lo que el antiguo Patriarca había decidido enfrentarle primero, pero nunca hubieran imaginado que el joven lemuriano tuviera tantas y poderosas técnicas, a la vez defensivas y ofensivas, y tan destructoras. No por nada había sido el pupilo del antiguo maestro del dominio sagrado... Pero lo que menos hubieran sospechado fue que Mu pudiera ver sus lágrimas de sangre. Claramente, el lemuriano tenía increíbles poderes mentales que le permitían ver lo que aun los aguzados sentidos de sus compañeros no podían percibir. Ni siquiera Shaka, el hombre más cercano a dios, las había visto. Mu podía ver hasta el fondo de las almas humanas, podía ver todas sus tormentas sin siquiera tener que entrar en la mente de los otros. Cuánto le había conmovido que se percatara del cruel dilema que le atormentaba, entonces. Por un momento, había vacilado, como Shura y Camus, y Shion había tenido que intervenir para neutralizar a Mu por sorpresa, para que ellos pudieran seguir con su misión, para que sus verdaderas intenciones no fueran descubiertas por el joven hombre, cuando todavía eran vigilados por los espectros. Y cuando Mu les había llamado para que esperaran, él no había podido dejar de voltear, aun fugazmente, para mirarlo una última vez antes de seguir adelante, hacia su destino y el de la diosa. Había sido una necesidad, ver a esos tan hermosos ojos violetas llenos de esperanza que aún creían en él, como para decirle que pese a las apariencias, no decepcionaría su espera. No esta vez. No sabía lo que Shion iba a hacer a su antiguo pupilo, había esperado que él le teletransportase y le explicase la situación por telepatía, pero Shion parecía determinado a sacrificar hasta a su querido discípulo para engañar mejor a Hades y a sus espectros. O es que el antiguo gran Patriarca era muy bueno al fingir una falsa perfidia y escondía algún artificio o astucia bajo la máscara de un renegado enteramente dedicado al dios de los muertos. Sin embargo, no había podido evitar sentir un poco de preocupación por el joven lemuriano, ciertamente se había visto en la fugaz mirada que le había dirigido y sólo había encontrado una interrogativa mirada a cambio. Finalmente, al recordar todos esos momentos, todas esas miradas, furtivas o prolongadas, pero siempre llenas de emoción y de benevolencia por parte del carnero que, sin poder evitarlo, le apaciguaban sistemáticamente, Saga encontró la paz y se dejó llevar por fin por el descanso, cayendo en los limbos del sueño... Un sueño donde un hermoso joven hombre con profundos ojos violetas y largo cabello lila le sonreía y le sostenía... *** Continuación del capitulo aquí.
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