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“ÓSMOSIS” by Ariesnomu / Mu Saga 4 ever (verano 2007) Capítulo 6 : Confesión Saga trató de acercarse a Mu todo el día para hablarle, pero siempre había algo o alguien que se lo impedía. Es que era imposible estar a solas con el carnero, parecía que todos habían decidido pasar su tiempo con el lemuriano, de una manera o otra. Cuando no estaba en la playa con Máscara Mortal, Afrodita, Shura y Ayolos , estaba meditando con Shaka, cuando no estaba con la altiva y arrogante reencarnación budista rubia, estaba reparando unas armaduras bajo la ávida mirada de su joven aprendiz, cuando no estaba con el travieso mocoso pelirojo, estaba platicando con el Patriarca y Dokho, cuando no estaba con las dos ancianas momias, estaba jugando ajedrez con Aldebarán, cuando no estaba con la cornuda bestia de carga, estaba dando un paseo con Milo, Camus y Kanon, y cuando no estaba con el ambulante cubito de hielo y su venenoso bichito acompañados por su propio hermano, se encontraba de nuevo con los dos mariscos, el tauro, la cabrita y el centauro, cenando juntos en la casa de Capricornio antes de ver un partido de fútbol. ¿ Es que tendría que mandar a todo este mundo a otra dimensión para lograr pasar unos solos minutos con el carnero ? ¿ O tendría que ir a verlo por la noche para asegurarse de estar a solas con él ? La idea le hizo sonrojarse. Mu era tan puro y tan dulce, no podía decentemente llegar y llevárselo directamente a la cama como un salvaje, aunque por cierto, lo anhelaba con todo su corazón. Pero no, Mu se merecía algo más. Se merecía ser cortejado con dulzura y paciencia. Se merecía ser seducido con delicadeza y sutileza. Finalmente, cuando lo oyó cruzar la casa de Géminis y hablar con Kanon, al regresar solo hacia su templo, después de haber cenado con sus amigos en el templo de Capricornio, decidió ir a verlo esa misma noche. Para hablar con él. Esperó un momento antes de dirigirse hacia la primera casa, para no dar la impresión de que estaba saliendo tras él, y se encontró frente al imponente Templo del carnero blanco en menos tiempo que hubiera creído. Aldebarán se había quedado en el templo de Capricornio para ver el partido de fútbol con Shura y Máscara Mortal, así que no tuvo que dar explicaciones por su nocturna escapada al cruzar la casa de tauro. Saga encendió levemente su cosmoenergía para anunciar su presencia y esperó que Mu le acogiera. En lugar de esto, recibió un mensaje telepático del lemuriano, informándole que estaba en el baño y que podía pasar. Saga no pudo dejar de imaginar al joven lemuriano ocupado en ducharse. La visión de su magnífico cuerpo que había admirado por la tarde volvió en su mente a la velocidad de la luz. Ya podía imaginar como el jabonoso agua se resbalaba por sus hombros y su espléndido torso, perdiéndose por sus perfectos abdominales hacia el ingle y... Suspiró hondo, no era bueno fantasear así. ¿ Mu no se merecía ser cortejado con dulzura y paciencia, delicadeza y sutileza ? Esperó un momento afuera, para calmarse en el aire fresco de la noche, y finalmente, se adentró en la primera casa. Cuando entró en el templo, encontró al lemuriano saliendo del baño vestido con prenda de estar en casa, con su larga cabellera mojada y pegada a su espalda, moldeando su curvatura de manera muy sugestiva, acentuando su exquisita curva... Saga perdió el habla al verlo así, fijando su mirada ante esa visión irreal que no esperaba, como súbitamente sumido en intensas y profundas reflexiones filosóficas. Mu lo estaba mirando expectante, esperando cortésmente que Saga hablara, y por fin, como ninguna palabra parecía querer salir de la boca del geminiano, le dijo, medio divertido : – Saga, si quieres cruzar el templo, claro que lo puedes. No tenías que esperar a que yo saliera del baño. Por lo que el geminiano pareció salir de su sueño y recobrar el uso de la voz : – Ehhhh ... No, Mu. No es eso. Sólo viné a hablar contigo. Si eso no te molesta, por supuesto. Mu lo miró sorprendido. Después de su último intento en hablarle, no esperaba que Saga viniera a discutir con él, y ciertamente no a tal hora de la noche. – No... Entra, por favor. ¿ Quieres algo de beber ? – No, gracias. – Pues... Siéntate – ofreció, señalando los sillones del salón – Pónte cómodo. Me seco el pelo rápido y después, soy todo el tuyo – añadió antes de desaparecer en el baño. Saga podía oler los efluvios del delicioso perfume del lemuriano, que se desprendía de su larga melena y de su piel pulcra frescamente lavada. Respiró hondo para impregnarse de ese embriagante aroma y trató de calmar los latidos de su corazón que sentía embalarse. ¡ Es que parecía andar alrededor de Mu como un tímido e ingenuo muchacho sin experiencia ! ¡ Eso no podía ser !!! él era un hombre con experiencia y perfecto dominio de sí mismo y de sus emociones. Tenía que recobrar su compostura, en seguida. Cuando Mu regresó, se sentó en un sillón frente a Saga y éste le preguntó directamente : – ¿ Te parezco tan frío, Mu ? La pregunta tan directa le tomó por sorpresa. ¿ Por qué le preguntaba eso ? A tal hora de la noche... – Emmm... Pues... Me pareces más bien...melancólico – dijo por fin, con una mirada a la vez triste y curiosa – ¿ Por qué me preguntas esto ? – Porque me temo que por mi estúpida tontería, te hice mucho daño. Mu lo miraba sin comprender lo que quería decir. – No fui honesto contigo cuando viniste con la armadura de Géminis... – continuó Saga. Mu se tensó, creyendo que ya no aceptaba los cambios que había hecho en el casco de la armadura y sintió su pecho oprimirse como nunca, y un peso abatirse sobre sus hombros. Saga rechazaba lo que había hecho con todo su corazón... Para él... Para ayudarle a aliviar su conciencia, para que recobrara la esperanza... Para que volviera a encontrar confianza en sí mismo y un poco de paz... Lo rechazaba... – Es que tenía miedo, Mu – Saga seguía – Tenía miedo de lastimarte. Tú eres tan puro, tan dulce... Y ya te hice tanto daño... No me atreví a decírtelo... O, cuánto le dolía... Su mente y su vista se estaban nublando por el intenso dolor que sentía subir en lo más profundo de su corazón... Nunca hubiera imaginado cuánto pudiera doler... Pero trató de no mostrarlo. – No es un problema, Saga – dijo Mu, bajando la vista para esconder su pena – Si prefieres que yo anule las modificaciones que hice sobre el casco de la armadura, entonces, lo haré mañana a primera hora... – añadió, levantando finalmente sus profundas amatistas hacia el geminiano, con una sonrisa forzada que sus apenados ojos desmentían. – Emmm... No, Mu... No... – replicó Saga, balbuceando, confundido. ¿ Por qué creía que se trataba de eso ? Al contrario, le estaba tan agradecido por ese cambio en la armadura que le había permitido curar su alma, volver a encontrar la esperanza y aun un poco de serenidad. ¿ Y por qué se veía de repente tan triste ? ¿ Qué... ? ¡ Oh no, no... ¡¿ Qué había hecho él ?! – A menos que prefieras que lo haga ahora mismo... – continuó Mu, abatido, con el corazón roto, siguiendo malinterpretando las palabras de Saga, cuyos balbuceos ahora no ayudaban a desmentir. Conociéndole, si el geminiano había venido a tal hora, por la noche, no era para esperar hasta la mañana... – Entonces, permite que me cambie de ropa... – agregó Mu. Y con eso, se levantó para dirigirse hacia su habitación, con su paso ágil y ligero y sin embargo rápido, muy rápido... – No, Mu... ¡ Espera ! – Saga exclamó, levantándose a su vez. Pero el lemuriano ya había desaparecido en su habitación. Entonces, era eso, lo que le parecía que Saga quería decirle al verlo, pero que no se atrevía a pronunciar.. por miedo de herirle. No había soñado, no había sido el fruto de su imaginación. Esas miradas insistentes y esa impresión que quería hablarle de algo... Sólo es que se había totalmente equivocado sobre lo que Saga quería declararle... él había sido demasiado estúpido para creer, para esperar que quizás, quizás, le tuviese sentimientos más tiernos hacia él, más profundos que una simple fraternidad. O, cuánto le dolía.. Y le dolía doblemente... Por el rechazo de los cambios que había hecho en la armadura, y por el rechazo definitivo de esa ilusión que sin embargo, en contra de su razón, su corazón seguía esperando... Mientras tanto, Saga se encontraba de pie en medio del salón, sin saber que hacer, perdido, desconcertado. Resistió la imperiosa necesidad de ir tras él. No iba a seguirlo hasta en su habitación. ¿ O sí ? ¿ Para decirle que no quería en absoluto que modificara de nuevo la armadura ? ¿ Para decirle que quería pasar la noche y toda su vida con él ? Pues, antes de que pudiese encontrar una respuesta a sus preguntas, Mu ya había reaparecido, vestido con su ropa habitual y sus sandalias, y había recobrado su compostura. – Estoy listo. Vámonos a tu templo, cambiaré el casco directamente allá – dijo con una pobre sonrisa forzada, resignado – Tomaré mis herramientas al pasar por el taller... – ¡ No, Mu, no quiero que modifiques la armadura ! – exclamó Saga, con más vehemencia que necesario, prácticamente saltando y plantándose delante de él, mientras algo malsano en su cabeza susurraba en tono conspirador : ''Sí... Vámonos a mi templo, en mi habitación... O mejor, quedamos aquí en tu habitación...'' – Te agradezco tanto por lo que hiciste, no cambies nada, por favor... – agregó con más calma. Ahora, era Mu quien se veía desconcertado. Ya no comprendía nada, y retrocedió un poco por reflejo, guardando sus distancias con el geminiano, mirándolo estupefacto. – Mu, noteveocomounhermanopequeño... – Saga soltó desesperadamente, un poco más rápido que hubiera querido. ¡ Dioses ! ¡¿ Por qué resultaba tan difícil decir algo tan simple !? ¿ Por qué no lograba guardar su legendaria calma para declararle sus sentimientos ? Mu parpadeó, sorprendido por la extraña actitud de Saga, procesando lo que acababa de decir casi a la velocidad de la luz, y cuando por fin lo descifró, no entendía muy bien lo que eso venía hacer en la conversación. Iba a decirle que lo veía como... ¿ un herrero ? ¿ Un vecino ? ¿ Un colega ? ¿ Ya ni siquiera habría ese lazo de fraternidad, de familia que había podido esperar al estar visto como su hermano pequeño ? ¿ Había venido a verlo por la noche para decirle esto ? ¿ Que ya ni siquiera le concedía ese pequeño vínculo familiar ? – No, Mu... No te veo como un hermano... – repitió Saga, más despacio y más tranquilamente. Mu miró a Saga con una mezcla de resignación, confusión y molestia. – Está bien, Saga. Sólo somos compañeros de armas... Pues, si eso es todo lo que querías decirme... – No, Mu, espera, por favor... Hay otra cosa... Tengo algo que mostrarte... Es mi turno ahora... Porque yo te veo como mucho más que un simple hermano... Por lo que añadió por telepatía : – Por favor... Déjame mostrarte algo... Y Saga hizo algo que nunca había hecho con ningún otro, ni siquiera con su hermano gemelo. Dejó caer sus barreras mentales, una trás otra. Para dejarle entrar en su mente. Para dejarle entrar en su alma. Para dejarle ver sus más íntimos pensamientos. Para revelarle sus sentimientos. Para ofrecerle su alma y su corazón. A él. A Mu. – Te amo, Mu. Te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, con todo mi ser – declaró en voz alta, trémula por la emoción. Mu creyó que el suelo se estaba abriendo bajo sus pies. El tiempo se había detenido. Ya no respiraba, ya no podía moverse. Estaba boquiabierto, paralizado, sumergido por un vertiginoso torbellino de sensaciones y emociones, parpadeando varias veces como si eso le ayudara a entender lo sucedido o realizar que era real. No podía creerlo. No podía creer lo que estaba ocurriendo, lo que estaba oyendo. Debía ser un sueño o el producto de su imaginación, o una ilusión... – No, Mu. No es una ilusión – fue el eco suave que resonó en su mente – Te amo. Te amo tanto. Perdóname por haberte hecho creer que no eras más que un hermano pequeño para mí. Eres el ser más importante de mi vida, el ser que más amo en este mundo. Y no sólo como un mero hermano. Te amo, Mu. Te amo... Saga lo estaba mirando, expectante, con una expresión de intenso amor y ternura que no podía ser fingida. Una expresión dirigida hacia él. Ese amor tan anhelado estaba dirigido hacia él... Ya no lo había esperado. Su corazón estaba a punto de explotar por la intensidad de la emoción. Un nudo se había formado en su garganta, que le impedía hablar. Que le impedía respirar. Perdió el sentido del tiempo y del espacio, todo alrededor de él pareció dar vueltas y esfumarse. Sólo existía ese magnífico rostro tan dulce que lo miraba amorosamente, esa figura alta e imponente humildemente plantada delante de él, con su alma y su corazón expuestos como un libro abierto. Para él. – Saga... Yo... Yo... Te amo... Te amo... tanto... – logró balbucear finalmente. Profundamente conmovido, con lágrimas perlando en sus hermosos ojos violetas y una extraña corriente eléctrica recorriendo todo su cuerpo, Mu dejó caer a su vez sus barreras mentales. Cada uno sintió las últimas barreras mentales del otro caer por completo y ambos recibieron de frente la potencia y la fuerza de sus sentimientos. Se miraron largamente y detenidamente, con el corazón palpitando con tanta fuerza que cada uno creyó que iba a saltar fuera de su pecho, a la vez emocionados y maravillados al descubrir cuánto el inmenso amor que cada cual le profesaba al otro era correspondido, con igual intensidad e igual profundidad. Desde mucho tiempo. Saga tuvo que contener la urgencia que sentía subir por abalanzarse sobre Mu y besarle con fogosidad y avidez, por el anhelo acumulado durante todos esos días. No, su primer beso debía ser dulce y tierno, debía ser una caricia suave y delicada, suave como los pétalos de una rosa, delicada como las alas de una mariposa, ligera como una pluma, tierna como el rocío de una mañana de primavera. Nada urgente ni demandante ni salvaje ni hambriento. Tendrían todo el tiempo para eso. Después... No, ese primer contacto entre ellos debía ser un maravilloso descubrimiento lleno de promesas, al sentir la suavidad incomparable de los labios al tocarse, al probar su dulce textura, al saborear su dulce calor tan enajenante, al degustar la miel embriagante de su dulce sabor, en el más precioso y estupendo de los primeros encuentros. Antes de ir adelante. Antes de ser más apasionado. Antes de devorarse. Mu se quedaba hipnotizado, totalmente paralizado. Irradiando de felicidad, desbordante de alegría contenida, seguía sin poder moverse, estaba como inmovilizado por una potente fuerza de psicoquinesis, salvo que aquí no había ningún enemigo, sino todo lo contrario. Su corazón seguía latiendo con vigor y apenas podía respirar mientras veía a Saga acercarse a él lentamente, suavemente, con el paso seguro, ágil como un felino, una sonrisa tierna en su rostro. Sintió como sus piernas estaban a punto de flaquear e hizo un inmenso esfuerzo para no desmayarse allí mismo. Saga le miraba a la vez divertida y tiernamente, y se acercó aún más, despacio, como pidiéndole permiso, dándole a Mu la posibilidad de escaparse si lo quería. Pero Mu no quería escaparse, no quería estar en otro lugar. Ni en otro espacio, ni en otro tiempo. Ni por todo el oro del mundo. Ni por todo el polvo de estrellas de la Tierra o del Universo. Sus amatistas puras se clavaron intensamente en las profundas esmeraldas, y a Mu le pareció que veía todo a marcha lenta, como si fuera un sueño. Pero no era un sueño. No fue un sueño cuando sintió una suave mano tocar su mejilla y acariciarla con dulzura mientras el rostro de Saga seguía acercándose al suyo. No fue un sueño cuando vio ese magnífico rostro inclinarse hacia sus trémulos labios, no fue un sueño cuando sintió una cálida respiración acariciar su cara como una ligera brisa de verano, no fue un sueño cuando sintió su otra mano deslizarse por su cintura y un poderoso brazo rodearlo para atraerlo tiernamente a un musculoso cuerpo. No fue un sueño. Pero cerró los ojos. Y sintió. Sintió como unos labios cálidos y carnosos se posaron delicadamente sobre los suyos, despertando de súbito todos sus sentidos y todos los nervios de su cuerpo con ese simple contacto. Un contacto tan suave, tan deliciosamente dulce. Se sobresaltó al placentero toque y no pudo reprimir un gemido, y gimió aún más cuando esos deliciosos labios se presionaron intensamente sobre los suyos y se movieron voluptuosamente, aumentando el dulce calor del momento. Se sintió flotar. Se sintió volar. Se sintió planear entre las nubes. Se sintió tocar el cielo. Y respondió al beso. Presionando él mismo su boca sobre los sabrosos labios de Saga, acurrucándose contra su pecho, rodeando esos musculosos hombros con sus dos brazos y enredando sus manos en su sedosa melena. Cerrando aún más los ojos. Disfrutando enteramente e intensamente esos deliciosos contactos. Sintió Saga sonreír contra sus labios ante su reacción, y sintió la mano abandonar su mejilla y llevarse a su nuca, unos ágiles dedos mezclándose con su sedosa cabellera y manteniendo tiernamente su rostro hacia el de Saga, mientras el poderoso brazo que le rodeaba le estrechó más fuertemente contra el firme pecho del geminiano. Y sintió como esa golosa boca pegada a la suya atrapó su labio superior y empezó a succionarlo, mordisquearlo y degustarlo, primero lentamente, disfrutando el suave sabor y el dulce calor, y pronto con más avidez, devorándolo glotonamente. Mu hizo lo mismo con el gustoso labio inferior de Saga, entreabriendo su boca para tomarlo, probándolo, chupándolo y saboreándolo con intensidad, deleitándose con tan exquisita sensación y el embriagante sabor de Saga. Era adictivo, ya era adicto a esos labios con un solo beso. Era sumamente delicioso y no creyó que podía hacerse aún mejor. Estaba equivocado. Mientras seguían degustándose con más y más pasión, sintió una cálida lengua deslizarse entre sus labios e introducirse en su boca. Gimió con sorpresa, y sonriendo contra su boca, Saga aprovechó para profundizar el beso. La traviesa lengua invadió su boca en busca de su gemela. La encontró, y con una gran suavidad, la acarició, lentamente, disfrutando enteramente el precioso toque. Mu se estremeció entre los brazos de Saga, emocionado por tan íntimo contacto, y se sintió desfallecer cuando repentinamente la lengua invasora se enrolló intensamente alrededor de la suya como si fueron dos serpientes. Gimió y se aferró a Saga desesperadamente, ahogado en un mar de sensaciones ardientes, sofocando con la emoción, jadeando en su boca. Estaba sin aliento. Había olvidado respirar con la emoción. A Saga también empezaba a faltarle el aire. Entonces, las bocas se separaron para respirar, quedando a pocos centimetros la una de la otra, ambas aún trémulas por el beso, cada una recibiendo el aliento de la otra, y pronto volvieron a besarse impetuosamente, con necesidad, por haber sido separadas unos pocos momentos, chupándose frenéticamente, degustándose con avidez, devorándose con pasión, como hambrientas la una por la otra, hasta perder el aliento otra vez, mientras cuatro fuertes brazos estrechaban vigorosamente sus cuerpos hasta asfixiarse. Otra vez, tuvieron que separarse para recuperar el aliento, esa vez un poco más tiempo ya que casi se habían asfixiado, y Mu y Saga se miraron a los ojos, un poco sonrojados por la pasión del último beso, sonriéndose, ya devorándose con aquella mirada. Volvieron a besarse, pero esa vez tiernamente, lentamente, saboreando mutuamente sus labios con suavidad por largos momentos, y de nuevo Saga introdujo su lengua en la boca de Mu y esa vez, éste no se desfalleció, sino que recibió a su visitadora con mucho gusto, envolviéndola voluptuosamente con la suya, acariciándola con intensidad, invitándola a explorar todos los rincones de su boca una y otra vez, a quedarse allí tanto que deseaba y a regresar prontamente. Pero la visitadora tuvo otra idea. Le invitó a seguirla en su residencia, pues se aferró a ella antes de marcharse, atrayéndola con si misma en el proceso. Gemidos de placer acompañaron el traslado, y esta vez, fue Saga quién casi se desmayó cuando sintió una juguetona lengua masajear intensamente su paladar y recorrer toda la topografía de su boca, hasta su garganta. Mu sonrió contra sus labios al sentir su amado geminiano estremecerse por tal inesperada y osada acción suya. Pues, la venganza de Saga no se hizo esperar ya que de inmediato, el beso se convirtió en una guerra de lenguas donde no tuvo ni ganador ni perdedor, ni vencedor ni vencido : solo había dos seres unidos por un inmenso amor que querían darse mutuamente e incondicionalmente el máximo placer posible, entregarse el uno al otro con todo su ser, con todo su corazón y toda su alma. Siguieron besándose así por largos minutos, tiernamente abrazados, intercambiando una y otra vez el patio de juego de sus lenguas entre intensos gemidos, hasta que finalmente se quedaron sin respiración y tuvieron que hacer una tregua. Ahora, las mejillas de ambos estaban totalmente sonrojadas por la pasión, sus labios hinchados por la voluptuosidad de los besos, y en las amatistas como en las esmeraldas brillaba un fuego incandescente reconocible entre todos : el deseo. *** Gracias por leer, espero que les haya gustado. Continuación con el capítulo '' Entrega total'' (NC-17) aquí. Dejar un comentario :
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