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“ÓSMOSIS” by Ariesnomu / Mu Saga 4 ever (verano 2007) Capítulo 8 : Al despertar. (Advertencias : NC-17) La madrugada clara les encontró profundamente dormidos, tiernamente abrazados, sus piernas enmarañadas, los hermosos rasgos de ambos rostros reflejando la serenidad y la plenitud, una ligera sonrisa sobre sus labios, con el rostro de Mu acurrucado en el hueco del cuello de Saga y sus manos agarradas a su espalda, las de Saga posesivamente aferradas a su cintura. Un rayo de sol acarició el apacible rostro del mayor con insistencia y éste emergió lentamente de los limbos del profundo sueño en el que estaba sumido. Recuperando el conocimiento poco a poco, sus sentidos se despertaron uno tras otro... Un aroma agradable lo envolvía mientras un musculoso cuerpo de suave piel, a medias tumbado sobre el suyo, le prodigaba un dulce calor. La suave fragancia de Mu inundaba sus sentidos olfativos. Esbozando una tierna sonrisa, Saga respiró profundamente para impregnarse aún más del delicado y sutil aroma que se desprendía de la larga melena y de la aterciopelada piel de su amado carnero. ¡ Cuánto le embriagaba ! También, disfrutaba inmensamente la dulce tibieza de aquel cuerpo pegado al suyo, era reconfortante y tranquilizador, y podía sentir los latidos de un corazón contra su pecho, asi como los regulares movimientos de unos pulmones, mientras escuchaba el apacible sonido de una respiración tranquila, y un cálido aliento acariciaba suavemente su cuello. Deslizó sus manos por la cintura del lemuriano, recorriendo lánguidamente aquella sedosa piel que le volvía loco, notando divertido como se erizaba levemente por su suave toque. Abrió los ojos y bajó la mirada, moviéndose un poco para encontrarse con la más deliciosa visión que podía darle las buenas días al despertar : el angelical rostro de Mu juntito al suyo. Parecía un sueño, un sueño divino, uno del que no quería despertar. Enternecido por tan hermosa vista, le contempló largamente, deleitándose con las finas y hermosas facciones que parecían aún más delicadas en la inocencia de un profundo sueño. La pureza de su alma estaba grabada en su rostro, y la serenidad y la suavidad irradiaban de su cara como los rayos del sol. Y sobre todo, una confianza total se leía en sus delicados rasgos. Una confianza que Mu le había dado a él, a él que solo había sido un manipulador, un impostor, un traidor, un asesino y un megalómano que quería conquistar el mundo y había estado dispuesto a destruir todo lo que se encontraba por su camino para lograrlo. Le había dado toda su confianza precisamente a él quién tanto había dañado a Mu, directamente o indirectamente, por su desproporcionada e insaciable sed de poder. Aunque Mu le hubiera convencido de que había sido víctima de su constelación y de su armadura, eso no borraba los muchos crímenes que había perpetrado a lo largo de esos trece años... Saga se sintió honrado y profundamente agradecido por tener aquel ángel en su vida. Aquel ángel que le había perdonado todo, que había salvado su alma, que le había ayudado a encontrar la paz, que le había entregado su corazón y que ahora dormía entre sus brazos. Conmovido y sintiéndose el más afortunado del mundo, el geminiano se inclinó para depositar un tierno beso en el frente de su hermoso ángel. Como para responderle, entonces, un ligero suspiro se escapó de los labios del lemuriano. Mu despertó lentamente, tomando conciencia poco a poco de un dulce calor proviniendo de un firme cuerpo bajo el suyo y de fuertes brazos que le estrechaban posesivamente. Sintió un musculoso pecho subir y bajar con regularidad contra su corazón y unos latidos correspondiendo a los suyos, mientras el varonil aroma de Saga le envolvía y le tranquilizaba. Sonrió suavemente, disfrutando la deliciosa sensación de ser abrazado con tanto cariño al despertar. Se sentía en seguridad entre aquellos poderosos brazos. No que había algún peligro o que no fuera capaz de arrostrarlo solo, pero...era sumamente placentero. Y sobre todo, se sentía amado. Había pasado tantos años en una fría soledad, aislado de sus compañeros de armas, su única familia, en alejadas montañas que hasta la población local huía. Había vivido como un total renegado desde la tierna edad de siete años, rechazado y olvidado por todos, excepto por Dokho que le había acogido a la muerte de Shión y a quién visitaba de vez en cuando. Kiki había sido un rayo de luz en su triste y solitaria vida, y el niño solía dormir entre sus brazos cuando tenía miedo o después de una pesadilla, pero nada, nada se podía comparar con el dulce calor, la ternura y esa maravillosa plenitud que sólo los amantes pueden compartir. Por fin, cuando ya no lo esperaba, el sol había llegado en su vida y brillaba, radiante. Un sol que se llamaba Saga de Géminis, el mismo que había sido la causa de su exilio forzado y de su aislamiento durante esos 13 largos años. Pues tal era la ironía de la vida. O la generosidad de Mu. O la redención de Saga. O quizás fuera simplemente el destino. Quizás esos dos fueran destinados a amarse a pesar de todos los obstáculos que la vida decidiera poner en su camino. Y sí que esos dos se amaban como locos. Pues, ahora Saga era el sol de su vida, que iluminaba sus días y calentaría sus noches. Recordó con cariño la maravillosa noche de pasión que habían compartido sólo unas horas antes... Los besos, embriagantes ...Las caricias, tan tiernas... Los abrazos, hasta asfixiarse... La fusión, total y tan intensa... La ternura... El amor.... Una y otra vez... Se sonrojó levemente al recordar los detalles, y de súbito, tomó conciencia de su desnudez y de la de Saga contra su cuerpo. Y de sus enmarañadas piernas. Se sonrojó aún más y abrió los ojos, totalmente despierto. Se encontró con un par de esmeraldas puras y profundas que lo miraban con infinita ternura y su corazón dio un vuelco por la emoción de ver tanto amor dirigido hacia sí. Un amor que compartía y que sentía vibrar con la misma intensidad en cada fibra de su ser. – Buenos días, mi amor – le dijo Saga con una tierna sonrisa. – Buenos días, mi amor – le respondió Mu, conmovido y sonriendo tímidamente. Es que no estaba acostumbrado a tal intimidad y cariño. Pero le gustaba. Mucho. Muchísimo. Ya era adicto. Sin embargo, no tuvo el tiempo de reflexionar o hablar más, el firme cuerpo bajo el suyo se movió y unos cálidos labios se apretujaron sobre los suyos en un tierno beso, que fue profundándose con una ágil lengua pidiendo entrada, que le concedió gustoso, recibiéndola con los debidos honores, acariciándola lánguidamente y succionándola en pulsaciones lentas. ¿ Podia existir una manera más deliciosa de despertar ? Pues, el sol de su vida iba a demostrárselo de inmediato... El beso se fue más voluptuoso y profundo, con los labios que se presionaban y se movían los unos contra los otros con intensidad, y las lenguas que jugueteaban, buscándose, estrechándose, escapándose y contraatacando, en su propio terreno o en el de su compañera, mientras suspiros de placer acompañaban los traviesos juegos. Entonces, mimosas manos decidieron jugar un poco también. Cada par de manos empezó a mimar la espalda a su alcance, trazando formas geométricas con sólo los dedos, apenas rozando la suave piel para despertarla, hasta sentirla erizarse, como rogando más contacto y más atención. Pero los dedos no estaban dispuestos a concederlo tan pronto, así que siguieron su deliciosa tortura para estimularla aún más, hasta que suspiros de frustración por parte de sus respectivos dueños tradujeron las mudas peticiones de las epidermis, ahora totalmente despiertas y excitadas. La recompensa fue al nivel de la espera. Las palmas hicieron contacto con la piel exquisitamente sedosa de cada espalda y empezaron un voluptuoso masaje a manos llenas, colmando los ruegos de ambos cuerpos, moldeando con sensualidad todos los músculos que encontraban mientras juguetones dedos delineaban las graciles curvas de la columna vertebral. Se demoraron en esa zona tan sensible entre los omóplatos, electrizando ambos cuerpos como nunca, y luego más bajo en la curvatura de la zona lumbar, enviando poderosas descargas eléctricas por cada espina dorsal, y después aún más bajo donde la espalda comienza a perder su nombre, avivando y exaltando la excitación que empezaba a invadir sus pelvis en deliciosas olas. Allí, desviaron su trayectoria para acariciar las caderas y subir por los flancos, que los dedos despertaron de traviesa manera, pellizcándolos levemente al recorrerlos. Ahora, algo más estaba despertando con mucho interés entre sus piernas, gritando por más contacto y más acción, por lo que el resto de sus cuerpos decidió participar en la fiesta. Estaban tumbados de perfil, frente a frente.Las piernas se enmarañaron aún más y se apretaron amorosamente, los torsos se pegaron como si fueron dos imanes inseparables, los brazos volvieron a estrechar las delgadas cinturas, las cálidas y palpitantes entrepiernas se encontraron con anhelo, y mientras seguían besándose sensualmente, empezaron a moverse lascivamente el uno contra el otro por toda la longitud de sus cuerpos, haciendo subir progresivamente el calor y el deseo. Pero súbitamente, Mu presionó su peso contra el cuerpo de Saga y con un sutil movimiento de cadera, le empujó hacia atrás, poniéndolo boca arriba. Mu abandonó sus labios y le sonrió, mirándolo con ardientes ojos, antes de recorrer su mandíbula que asaltó con su boca abierta, como para devorarla. De hecho, la estuvo devorando, pero saboreando cada bocado como si fuera el último de su vida. Saga se dejaba hacer con alegría. Es que su reservado y púdico carnero se había revelado muy sensual y bastante fogoso anoche, un auténtico signo de fuego. El geminiano había despertado su apetito, que se había transformado en una verdadera bulimia, y le había encantado sentir esos cálidos labios recorrer y excitar su piel con esos besos de fuego, y esas vagabundas manos explorar todas las líneas y las curvas de su cuerpo con ardientes caricias, jugando con sus músculos, delineando todos sus contornos, y anhelaba sentirlos de nuevo. Ahora, Mu estaba degustando el cuello de Saga con evidente deleite, saboreando el delicioso gusto salado de la piel y su tacto satinado que enloquecía sus labios, exhortándolos a quedar pegados a ella sin nunca soltarla y sin dejar ni un solo centímetro sin cuidado. Abriendo más su boca, empezó a rozar levemente sus dientes contra la piel tierna, antes de mordisquearla suavemente, y luego lamerla con cariño, como para consolarla y mimarla después de una herida, que en realidad había sido una verdadera delicia, por los jadeos y suspiros de placer que habían acompañado sus acciones, dejando en su paso unas marcas moradas, como los testigos de la pasión que le inspiraba esa piel tan deliciosa. Sus labios recorrieron sensualmente todo su cuello así y se dirigieron hacia su nuca, que empezó a succionar de lado con absoluta devoción. Saga echaba la cabeza hacia atrás o giraba su rostro por un lado para dar mejor acceso a esos labios de fuego a todo su cuello y a su nuca, con los ojos cerrados en una expresión de intensa satisfacción reconocible entre mil y la boca entreabierta, dejando escapar largos y continuos suspiros de intenso placer, que aumentaban progresivamente de nivel, pruebas irrefutables que el carnero hacía muy bien su trabajo. Y sólo se trataba de su cuello, estaba ansioso por tenerlo de nuevo por su pecho... Por el momento, Mu estaba devorando su nuca como si no hubiera comido desde hacía unos meses. El predador que estaba durmiendo dentro del lemuriano se estaba despertando y desencadenando, y los fogosos asaltos de su hambrienta boca enviaban poderosas descargas eléctricas en la nuca del geminiano, que se propagaban en exquisitas ondas por toda su columna vertebral y electrizaba su cuerpo entero. Cuando se sació de su nuca, Mu la soltó, sólo para apoderarse de esos magníficos hombros bronceados y satinados, que honró del mismo modo, con igual hambre y fervor, saboreando cada centímetro de piel como si se tratara del más delicado plato que hubiera degustado en su vida. Es que le gustaban particularmente esos hombros, y los estaba gratificando al mismo tiempo con amplias e intensas caricias con ambas manos por donde sus labios no los estaban devorando, con los dedos separados para alcanzar la mayor superficie posible. Luego, sin despegar sus manos de los hombros, movió su golosa boca hacia la clavícula que recorrió de la izquierda a la derecha, aspirando y succionando sensualmente, arrancando nuevos jadeos por parte del geminiano. Entonces, Mu bajó hacia el divino pecho para sembrarlo de una lluvia de besos cálidos y húmedos, trazando amplios círculos en sentido contrario a las agujas del reloj, y pronto sus manos se juntaron a sus labios para honrar ese tan deseable pecho musculoso, cuyos sublimes pectorales satinados pedían caricias y besos, mordisqueos y lametones y otros juegos de su traviesa lengua, que le regaló todos a su geminiano con alegría, en desorden pero con mucho esmero, deleitándose por los latidos acelerados que sentía bajo la suave piel tersa y tibia, y por los jadeos entrecortados de hondos gemidos que oía, que le parecían la más melodiosa música que nunca hubiera entendido. Ahora, estaba saboreando un delicioso pezón, maravillándose del intenso placer renovado de tenerlo en su boca, de chuparlo y mamarlo, de sentirlo vibrar contra su lengua o su paladar por sus caricias, de sentir la aréola temblar contra sus labios por sus sensuales movimientos, y por supuesto deleitándose por el suculento sabor de ese tan deseable botón, extasiado por su tacto tan particular, delicado como una avellana, y embriagado por los mojados ruidos que sus propios labios producían al besarlo y aspirarlo, sin hablar de los gemidos de placer que sus atenciones provocaban, animándole a seguir así. Por cierto, se maravillaba de sentir cuánto Saga disfrutaba de sus acciones, por el pecho que se arqueaba y se pegaba más a sus labios, pidiendo más, por los brazos que le estrechaban aún más, por la mano que apretaba su nuca, y por los gemidos que se hacían más intensos y más ruidosos. De hecho, sus sentidos estaban despiertos como nunca, duplicando todas las sensaciones, no sólo las que disfrutaba al degustar y al tocar la piel y la carne, sino también al sentir las receptivas respuestas de todo ese cuerpo, intensificando la felicidad de gratificarlo con todo su cariño y con pasión. Así, su vista estaba excitada por lo hermoso y apetitoso que sus ojos veían y por la visión del intenso placer reflejado en el rostro de Saga. El gusto estaba embriagado por lo delicioso que su lengua y su paladar probaban, y extasiado por el sabor salado del sudor que el calor de sus atenciones creaba. El tacto se encontraba exaltado por lo suave y satinado que sus manos y sus labios tocaban, y avivado por los movimientos de ese cuerpo buscando más contacto y aún más cariño, y por los latidos acelerados que vibraban bajo sus dedos o contra su boca. El olfato estaba enajenado por el olor varonil de la piel y por el sudor que su nariz y los poros de su piel respiraban. Y el oído quedaba embelesado por la dulce música de los húmedos besos en aquellos carnosos labios o en aquella piel suave, y por los profundos gemidos y los acelerados latidos que provocaban. Sin duda, el amor era un verdadero intercambio donde uno toma pero recompensa al mismo tiempo, y el otro ofrece y recibe del mismo modo. Dando y tomando simultáneamente, sin calcular ni siquiera esperar, el más maravilloso don, en un acto de abnegación total y desinteresada, recibiendo no sólo tanto como dando, sino más, cada uno nutriendo al otro, en una perfecta y grandiosa reciprocidad. Después de haber satisfecho y degustado esos dos pezones hasta saciedad, movió sus labios y sus manos hacia los muy espectaculares abdominales. Esa vez, podía verlos en plena luz, y ¡ por Atenea, eran simplemente sublimes ! Mu los estaba admirando fijamente, como hipnotizado, por poco olvidó por qué se encontraba frente a esa maravilla y si no hubiese sido por un gruñido de frustración y de impaciencia de Saga o por sus manos en su nuca que le animaban a seguir, quizás aún se hubiese quedado en total adoración ante ellos. Pues, comenzó a picotearlos con besos mientras sus dedos dibujaban las divinas líneas que los marcaban, y pronto los recorrió con su lengua por todos lados, depositando unos mordisquitos allí y succionando allá, acariciando con ambas manos lo que sus labios no podían besar, trazando enloquecedores arabescos, excitando esos abdominales por todas partes al mismo tiempo. Los excitó tanto que Saga no pudo aguantar más y tomando a Mu por los hombros, lo hizo voltear para ponerlo boca arriba y se acomodó encima de él para degustarlo a su vez. Estaba muy hambriento y sin más, mientras lo abrazaba con fuerza, devoró su boca, chupando con voracidad esos sabrosos labios carnosos y explorando febrilmente la tibia cavidad bucal por completo con su lengua hasta la garganta, lamiendo el paladar y todos los rincones de esa deliciosa boca como si se tratara de un helado de su sabor preferido, y arrastró la lengua con la suya en un torbellino sensual, como si estuviesen montados en una montaña rusa. Cuando por fin se sació de esa embriagante boca, hizo girar a Mu en sus brazos hasta quedar detrás de él, ambos tumbados de perfil, envolviéndolo con su cuerpo y con sus brazos, acurrucándose contra él, apartando su larga melena y hundiendo su rostro en el hueco de su cuello, mientras su hinchado miembro se acomodaba en el hueco de sus nalgas. Saga recordaba cuánto esa posición le había gustado a Mu por la noche. Había sido tan sensual, tan delicioso y tan intenso, y Mu se había abandonado en sus brazos como nunca. Pronto, sus golosos labios y su juguetona lengua, acompañados de los traviesos dientes, empezaron a asaltar la tierna nuca y el grácil cuello con deliciosos y electrizantes besos, caricias y mordisqueos, por lo que Mu gimió hondo y se estremecía sin cesar de pies a cabeza, subiendo sensualmente su hombro libre en un gesto de suma apreciación, echando la cabeza hacia atrás para recostarla contra el hombro de Saga en un abandono total, cerrando los ojos y entreabriendo la boca en una expresión de intenso placer. Mientras estaba devorando su nuca, Saga acariciaba su pecho sensualmente en amplios movimientos a manos llenas, trazando con sus dedos formas geométricas, primero en un leve roce, luego con más fuerza, masajeando con sus palmas, antes de jugar con sus traviesos dedos con las dos gemas que Mu tenía por pezones, pellizcándolos, mimándolos, acariciándolos, sintiendo no poder besarlos y mamarlos en esa posición pero dándoles todo su cariño de ese modo, tomando los intensos suspiros y gemidos de placer que respondían a sus atenciones como la recompensa de sus esfuerzos. Mientras una de sus manos seguía gratificando un delicado pezón con sus dedos, la otra bajó hacia el ingle, acariciando esa íntima parte con sensualidad, presionando la firme carne con sus dedos con insistencia, despertando el volcán que dormía debajo, y cuando estuvo satisfecho por la elevación de la temperatura que había creado y por aquella parte baja que sentía erguirse, descendió aún más abajo por un lado, en busca de ese precioso tesoro situado entre sus piernas, encontrando primero dos tiernas bolsas pesadas y palpitantes que anhelaban sus caricias, que les concedió con voluptuosidad, acariciándolas lascivamente a mano llena, masajeándolas lánguidamente y apretándolas suavemente, antes de subir para cuidar algo pesado e hinchado pero más duro y mucho más largo y aún más palpitante. Tomó el erguido tesoro que codiciaba por completo entre sus largos dedos y lo acarició en amplias y lentas caricias mientras ahora estaba devorando un delicioso hombro. Pronto, Mu giró su rostro para ofrecer sus labios a la hambrienta boca y voraces labios cumplieron su voto sin hacerlo esperar, aplastándose contra ellos y abriendo el camino a una juguetona lengua que se deslizó tal que una serpiente y se enrolló como un boa alrededor de su gemela, y ambas empezaron una enardecida danza. Mu levantó un brazo hacia atrás para acariciar la nuca de Saga y animarle a seguir sin parar, con una sensualidad que casi le hizo perder su concentración al geminiano. Mu tenía la impresión de flotar en un capullo cálido y mullido, envuelto en el intenso calor del cuerpo de Saga que parecía rodearlo por todos lados en esa posición, con su largo cuerpo, con sus interminables y musculosas piernas, con sus brazos, con esos labios y esa traviesa lengua que estrechaba la suya, con esa mano envolviendo su hombría con tanto cariño y ardor, y con ese ardiente y palpitante miembro que se arrellanaba entre sus nalgas con insistencia, haciendo subir aún más el deseo y la excitación. Entonces, dio un sugestivo movimiento de caderas hacia atrás para animar el endurecido e hinchado miembro a adelantarse, y éste no se lo hizo repetir. Con cuidado y delicadeza, empezó a adentrarse. Mu gimió y se arqueó, soltando la nuca de Saga y aferrándose a las sábanas, pero más por la excitación que por la incomodidad o algun dolor, ya que él mismo se movía hacia atrás al encuentro de ese contacto que deseaba más que todo, hasta que la unión fue total, profunda e intensa. Las bocas se separaron, y los cuerpos empezaron a mover al unísono en una deliciosa danza sensual, cuyo ritmo estaba marcado por los continuos y crecientes gemidos de placer de ambos. Moviéndose como un solo ser, cada uno hundiendo su rostro en el cuello del otro, unidos por todos lados, sentían como el placer aumentaba vertiginosamente, abrasando sus cuerpos en recurrentes e intensas olas de fuego, cada vez más poderosas con cada movimiento, atizando el impetuoso incendio que los devoraba por dentro. Saga aceleraba progresivamente el ritmo de sus embestidas en el cálido cuerpo y de su mano alrededor del miembro de Mu en una perfecta sincronía, llevándoles más y más cerca de la más grandiosa gloria que podía existir. Mu buscó la mano libre de Saga con una de las suyas, entrelazó sus dedos con fuerza y colocó ambas manos en su pecho, apretándolas contra su corazón, mientras giraba su cabeza hacia el rostro de Saga con la boca entreabierta, buscando sus labios otra vez, pidiendo un nuevo beso, queriendo ser unidos por todos los modos posibles al alcanzar ese éxtasis tan anhelado, que su cuerpo entero y su mente estaban llamando a gritos como si su vida dependía de éste. Colmando sus deseos, ardientes labios tomaron los suyos por un profundo beso, casi salvaje por la necesidad de ser unidos así, con una hambrienta lengua zambulliéndose en su boca, en busca de su juguetona compañera que la agasajó con la misma fiebre y la arrastró a una endiablada danza, al igual de la de sus cuerpos. De repente, sus cuerpos se tensaron y se arquearon, y gozaron juntos así, con sus manos entrelazadas sobre el corazón de Mu, con sus lenguas unidas en sus bocas y sus cuerpos fuertemente abrazados, agitados por los mismos poderosos espasmos al mismo tiempo, como si fuesen indisociables el uno del otro, fundidos en un solo ser, en tanto en cuerpo como en alma, en la más voluptuosa y la más sublime de todas las glorias, cada vez más intensa y más grandiosa, despegando de nuevo para ese mundo que sólo les pertenecía a ellos, en ese espacio-tiempo que era el único testigo de la comunión total de sus corazones y de sus almas, mudo testigo de la más maravillosa forma de mutuo e inmenso amor, cuyas vibraciones estaban sublimadas por sus séptimos sentidos. Sus cosmoenergías se unieron como ellos, formando un mullido capullo, cálido y confortable, para envolverlos y acompañarlos en esa maravillosa odisea cósmica hacia las insondables profundidades del infinito espacio. Permanecieron así, unidos por todos lados en un solo cuerpo, cada uno bebiendo el aliento del otro en el éxtasis, hasta que los espasmos cesaron completamente, durante lo que les pareció una eternidad por la intensidad de la gloria que compartieron, y finalmente se separaron. Mu volteó y se acurrucó sobre el pecho de Saga, donde ahora era su sitio, reposando su cabeza contra un hombro y una mano sobre su corazón, sintiendo y oyendo los latidos y la respiración de ambos calmarse lentamente. Saga lo abrazó suavemente y enredó sus manos en su larga cabellera, enrollando cariñosamente unos dedos en esos sedosos mechones que le volvían loco. *** Gracias por leer, espero que les haya gustado. Continuación con el capítulo '' La ducha'' (NC-17) aquí. Dejar un comentario :
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